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7 abr4 Min. de lectura

24 mar3 Min. de lectura
El mundo también cambia con nosotras
Últimamente, surge cada vez más la conversación sobre la menopausia. Seguramente es porque estoy entrando en esa etapa, al igual que la mayoría de mis amigas. Me interesa conocer más sobre los cambios que se producen en mi cuerpo, y en el cuerpo de todas las mujeres. Pero, sobre todo, me interesa conocer cómo lo sentimos, cómo nos sentimos.
La menopausia y el climaterio, a pesar de afectar a la mitad de la población mundial, siguen siendo temas que, incluso hoy en día, resultan desconocidos o, mejor dicho, sobre los que aún no tenemos una información del todo acertada. Muchas de nosotras desconocemos que la mayoría de los cambios no dependen de nosotras: simplemente pasan, y van a pasar. No estamos haciendo nada mal, no estamos enfermas. Estamos, simplemente, cambiando de ciclo.
Hoy no busco dar una explicación científica. Me interesa más normalizar y abrazar eso por lo que todas vamos a pasar.
Recuerdo que, hace ya unos cuantos años, una amiga me pidió que la acompañara a una charla sobre menopausia en una reconocida clínica en Chile. Ella estaba comenzando a tener síntomas del climaterio y quería entender qué le pasaba. Buscaba información, charlas… todo lo que pudiera darle un poco de luz sobre lo que estaba viviendo.
Creo que, más que información, necesitaba contención. Que alguien le dijera que era normal, que el mundo no se acaba.
Sin embargo, la charla —dictada por un prestigioso médico de unos 60 años, “experto en menopausia”— consistió en una enumeración detallada de todos los problemas de salud que podían surgir en esta nueva etapa femenina. Se trataba de una exposición tal como se haría al hablar de una enfermedad incurable: problemas cardíacos, osteoporosis, desequilibrios hormonales, e incluso la infidelidad del hombre, supuestamente causada por la falta de apetito sexual y la sequedad vaginal.
Y aunque estos pueden ser síntomas reales, el enfoque olvidaba algo mucho más importante: se trata de un nuevo ciclo, en el que culminamos una etapa y comenzamos otra.
Una etapa que, a pesar de estar rodeada de estigmas, aún carece de verdadera comprensión. De más está decir que la ponencia ofrecía un abanico de fármacos y tratamientos para evitar todos los síntomas. Síntomas que, al parecer, deben ser tapados para que nadie sepa que estamos entrando en la menopausia.Como si alguna de nosotras pudiera librarse de esta "enfermedad".
Y yo me pregunto:
¿Qué pasaría si abrazáramos esta etapa?
Si nos sintiéramos orgullosas de cerrar el ciclo de la fertilidad y la crianza.
Si viéramos que comienza una etapa donde la experiencia y la sabiduría se hacen presentes.
La menopausia no es una enfermedad, sino un momento de plenitud, un punto de inflexión donde podemos comenzar a pensar más en nosotras. Tenemos herramientas. Tenemos claridad. Podemos tomar decisiones más sabias.
Es momento de saborear la vida, de disfrutar las pausas, de movernos con ternura, de estar guapas por y para nosotras mismas.
Es el momento en el que las relaciones amorosas se abordan no desde el deseo impulsivo de la juventud, sino desde el respeto, la consciencia, la conexión profunda.
Es una etapa donde podemos reencontrarnos con nosotras mismas.
Pero para hacerlo, es necesario empezar por aceptar.
Y no solo nosotras: también la sociedad.
Aceptar que nuestro cuerpo cambiará.
Que la cintura se ensanchará, hagamos lo que hagamos.
Que la piel se resecará.
Que el apetito sexual disminuirá.
Y que, probablemente, nos sintamos más seguras de nosotras mismas… y eso hará que no aceptemos con tanta facilidad ciertas situaciones ante las que antes callábamos.
Creo que se aborda la menopausia como una enfermedad porque, como sociedad, nos cuesta aceptar que la vejez es parte del proceso.
Nos cuesta ver la belleza en esta fase de la vida.
Pero la belleza sigue estando ahí.
Solo que ya no es la de antes:
Es una belleza que surge desde dentro.
Desde la madurez, la sabiduría y la paz.
Pero, ¿por qué sentimos tantos cambios en nuestro cuerpo y en nuestro estado de ánimo durante esta etapa?
Una de las razones principales es la disminución de los estrógenos, unas hormonas que han estado regulando muchas funciones en nuestro cuerpo desde la adolescencia. No solo tienen que ver con la fertilidad o el ciclo menstrual. Los estrógenos también participan en el equilibrio del estado de ánimo, la salud ósea, la distribución de la grasa, el metabolismo, el deseo sexual e incluso la hidratación de la piel.
Cuando los ovarios comienzan a producir menos estrógenos, el cuerpo busca adaptarse. Y lo hace a través de otros órganos que pueden asumir parte de esa producción hormonal: las glándulas suprarrenales (las mismas que también producen el cortisol, la hormona del estrés), y en menor medida, el tejido adiposo, es decir, la grasa corporal.
Sí, la grasa que muchas veces criticamos tiene una función protectora y reguladora en esta etapa. Por eso, durante la menopausia es natural ganar algo de peso, especialmente en la zona abdominal. No es un fallo del cuerpo, no es que estemos haciendo algo mal. Es una forma que tiene nuestro sistema de autorregularse, de seguir funcionando de la mejor manera posible con los nuevos recursos.
Este reajuste hormonal también puede generar momentos de fatiga, niebla mental, cambios de humor o tristeza. No es que estemos "mal", es que estamos pasando por una reconfiguración profunda. Y como todo cambio importante, puede ser incómodo… pero también lleno de oportunidades para conocernos más, para cuidarnos de una forma nueva, más amable y más sabia.
En lugar de luchar contra el cuerpo, podemos empezar a escucharlo. A preguntarle qué necesita. A cuidarlo desde el amor y no desde la exigencia. Porque esta etapa no se trata de "mantenernos iguales", sino de evolucionar con consciencia, de acompañar nuestros ritmos internos y de redefinir la belleza, la vitalidad y el bienestar desde otro lugar: desde dentro.
Recuerda, la menopausia no es el final: es un renacer.
Hace año y medio me quitaron el útero por lo que aterricé en la menopausia de golpe.
Tengo màs barriga, se me olvidan algunas cosas, pero....
Me siento màs viva, màs serena, la relación con mi compañero de vida es màs divertida: los hijos (3) han crecido, tenemos màs tiempo para nosotros y nos lo dedicamos. Ojo! Ésto hay que cuidarlo, por ambas partes.
Así que, BIENVENIDAS compañeras ha esta nueva etapa.