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Recuerda quién eres...

A lo largo de la vida, todos vamos cambiando. Las exigencias del mundo, las distintas etapas que atravesamos, el lugar y la época en que nacimos, la familia, el trabajo, los amigos… todo nos moldea, nos transforma.

Pero vivir no se trata solo de cambiar; se trata de transitar cada experiencia con consciencia y aprender en el proceso. En el universo, todo se rige por ciclos: el movimiento del sol, los planetas, el día y la noche, las estaciones del año… incluso nuestra vida se organiza en ciclos.

Cada etapa tiene una función. Yo estoy llegando a la mitad de la mía (tengo 47 y quiero vivir 100 años 😄), y en este momento siento que es inevitable hacer una pausa, evaluar, tomar impulso y seguir adelante.


Hoy me digo a mí misma: "Recuerda quién eres". Y comparto esta reflexión porque, sin importar en qué etapa estés, detenerte y reconocerte te ayuda a avanzar, a reencontrarte con tu camino.

A lo largo de los años, he sentido muchas veces la necesidad de hacer esa pausa y reconectarme conmigo misma.

Recuerdo mis 20, cuando estaba por terminar mi carrera universitaria, trabajando en una empresa importante, con un ritmo de vida vertiginoso. Fue la primera vez que me detuve y me pregunté: "¿Es esta la vida que quiero? ¿Es esta la persona que quiero ser?" A los pocos meses, me casé y me mudé de Buenos Aires a Barcelona.


Hacernos preguntas incómodas puede ser la clave para avanzar hacia una vida más auténtica y plena. Muchas veces buscamos la felicidad en lo externo, esperando que algún gurú nos revele las verdades de la existencia. Compramos libros, seguimos recetas de éxito para alcanzar la riqueza… y la mayoría de las veces no funcionan.


¿Sabes por qué?

Porque nos olvidamos. Olvidamos quiénes somos. Y la receta de éxito de Bill Gates nunca funcionará para ti. Pero lo que sí puedes aprender de él —y de casi todas las personas exitosas— es que reconocieron su propio potencial y no pararon hasta que el mundo lo viera.

Los grandes innovadores, las personas que cambiaron el mundo, no intentaban ser como nadie más. Se esforzaban por ser ellos mismos.


"Ser uno mismo en un mundo que constantemente intenta hacerte otra cosa es el mayor logro." — Ralph Waldo Emerson


Te comparto esta cita, que suena tan actual, porque no lo es. Emerson murió en 1882, en un mundo completamente distinto al nuestro. Y, aun así, ya entendía lo esencial: lo importante es ser uno mismo.


Pero… ¿qué significa realmente ser uno mismo?

Ser uno mismo no es decir "yo soy así" como excusa para no cambiar. Es todo lo contrario. Implica reconocerte en tu totalidad: abrazar tus virtudes, pero también mirar de frente aquello que te cuesta. Porque ahí, en esos desafíos, está la clave de tu crecimiento.

Ser uno mismo significa identificar tu valor, desarrollar tus cualidades y aplicarlas en tu vida. Solo cuando te conoces y te aceptas, puedes avanzar con autenticidad.


Solemos medir el éxito de una persona por su estatus social, sus posesiones o su fama. Pero nada de eso refleja su verdadero valor. Y no digo que no sea válido aspirar a cierta riqueza, pero cuando la riqueza se convierte en el único propósito, se queda corta como sentido de vida.

Todos hemos conocido a personas cuya sola presencia ilumina una habitación, que tienen la capacidad de mejorar tu día o incluso tu vida. Si alguien así viene a tu mente ahora mismo, pregúntate: ¿en aquel momento importó su dinero o su estatus? ¿O fue simplemente la autenticidad y la esencia de su Ser lo que te cautivó?.


Me animo a decir que la respuesta no tiene nada que ver con lo externo. Ese es el verdadero éxito: una persona que sabe quién es, que se reconoce a sí misma y que, aun conociendo sus defectos, elige potenciar aquello que la hace única.


Por eso, hoy te invito a hacer juntas un ejercicio: recordar quién eres. Pregúntate: si hoy te encontraras cara a cara con la niña que alguna vez fuiste, ¿estaría orgullosa de ti? Y si te encontraras con tu última versión, ¿estaría feliz del camino recorrido?


Sé hoy la persona de la que todas tus versiones puedan sentirse orgullosas. Porque, pese a todo, tienes un rumbo, un propósito y un valor que te hace brillar.


Al final, no es lo que tienes lo que deja huella, sino lo que eres. Y eso, es lo único que realmente importa.

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